domingo, 7 de diciembre de 2025

El Misterio del Cisne Negro de Tetsuya Ayukawa

El misterio del Cisne Negro es una novela policial japonesa, perteneciente al subgénero Honkaku, que ofrece un pormenorizado relato de investigación policial que muestra como la constancia y la tenacidad permite ver más allá de lo que hay enfrente.

El subgénero Honkaku, un nivel superior al subgénero enigma de la edad de oro británica, se caracteriza por su intrincada estructura construida con precisión y minuciosidad para que parezca que no hay grieta posible, pero sin embargo ahí está y prácticamente a la vista. El lector sólo debe fijarse muy mucho en los detalles para encontrarla, está a la vista, pero no resaltada con luces de neón.

Todas las piezas para resolver el caso están a disposición del lector. Hay que mostrarlas porque quienes escriben dentro de esa corriente noir han aceptado las reglas de juego limpio para con los lectores que impiden sacarse un as de la manga y lo realizan del modo más evidente: no hay mangas.

El cuerpo de Nishinohata, presidente de una empresa textil inmersa en una disputa laboral con el sindicato, aparece muerto junto a la vía de un tren.

Lo que a simple vista podría ser un accidente o un suicidio acaba evidenciándose como un asesinato. La investigación recae en los inspectores Sudo i Seki, quienes más tarde, habiendo agotado, a su parecer, todas las vías, nunca mejor dicho, de la investigación y en una camaradería sin precedentes en occidente cederán el liderazgo al inspector jefe Onitsura.

Las personas sospechosas exponen sus coartadas, construidas con medias verdades, mentiras, secretos y pistas falsas. Hay que comprobar cada una y hay que poder demostrar su inconsistencia, lo que supone andar por calles, entrar en restaurantes, coger trenes, viajar por carretera y soportar un intenso calor habida cuenta de que la trama transcurre en verano.

Todo este vaivén nos ofrece nos permite visualizar sin filtros la cotidianeidad de la vida japonesa. Y es que es una novela muy social que se nota especialmente en las interacciones personales.

Tetsuya Ayukawa (1919–2002), seudónimo de Toru Nakagawa, crítico literario y novelista, hijo de un topógrafo ferroviario homenajea a su padre con un argumento en el que los ferrocarriles, sus rutas y sus horarios, son protagonistas y testigos del caso. En esta obra continúa dando protagonismo al inspector jefe Onitsura, que había sido presentado en una obra anterior aún no traducida, El Caso Petrov de 1950.

El misterio del Cisne Negro está ambientada en los años 50, publicada en 1959 y nos llega la traducción en 2025, por lo que, es seguro que algunos comportamientos de la sociedad japonesa nos resultarán difíciles de comprender o aceptar, lo que no debería ser motivo para no leerla sino todo lo contrario.

miércoles, 26 de noviembre de 2025

Bacon de Annika Brunke

El género criminal se resiste, cada vez más, a ser encasillado en su propia definición y gusta de explorar nuevas relaciones como hace tiempo experimento la cocina: mezcló sabores y texturas, a priori inadecuadas, para conseguir nuevas sensaciones.

La novela Bacon es un ejemplo de mézclum de realidad criminal y fantasía existencial. La realidad en lo que sucede y se describe en tercera persona, y la fantasía en lo que sucede en la mente de quien interpela al lector desde la primera persona.  

Definición e interpretación. Crueldad sanguínea y dulzura pastelera. El caso criminal empieza con el tropiezo de un brazo en un contenedor, con tatuaje original irrepetible, que lo idéntica como la pareja de una joven repostera que había denunciado su desaparición.

Una joven que por su volumetría ha vivido en permanente rechazo y que por fin parecía haber encontrado su media naranja, ve de repente como su felicidad se fragmenta como el azúcar quemado de una crema catalana se agrieta ante golpes repetidos de cuchara.

Nada es eterno, todo es efímero, como la vida, como la ingesta de un dulce: placer momentáneo, sentimiento de culpa, deseo de más.

La jueza Mara Ramírez, recién llegada, y el inspector Aitor Ibarra, llegado hace ya algunos años, van a llevar a cabo una minuciosa reconstrucción de los andares de la victima hasta su desaparición para poder resolver el misterio.

Annika Brunke se atreve a combinar el Bacon, por principio salado, con ingredientes dulces para conseguir atrevidos postres. Claro que no los cocina ella, lo pone en manos de la repostera Betty Mantecas que además tiene la atención de darnos las recetas.

Betty es un gran personaje, y como los dulces que elabora, presenta ingredientes variados que resultan sabores distintos según que momento y su estado de ánimo. Es una persona vulnerable pero resolutiva y resiliente hasta la insensibilidad. Es imperfecta, contradictoria, enamoradiza y soñadora. Es un must de personaje.

Cada vez que aparece se come la pantalla y hace que la novela sin ella no sea más que un montón sinsentido de páginas impresas.

Sobre una base de hojaldre, Annika Brunke ha repartido trama criminal, le ha añadido una capa rellena de crítica contra el bullyng y la xenofobia y la ha coronado con lágrimas de humor negro, porque el humor negro tiene la capacidad de hacer reir a la vez que llorar.

El resultado es distinto a cualquier lectura convencional de género policiaco, y al final deja un sabor agridulce que consigue satisfacer e incomodar a la vez, por tener que tomar partido.

Ambientada en Las Palmas de Gran Canaria, de donde es oriundo Alexis Ravelo, el gran escritor de novela negra, acaba de conseguir la edición 2025 del premio que lleva su nombre. Alexis la hubiera degustado.

viernes, 21 de noviembre de 2025

Cadáveres en canapés de Jean-Pierre Ferrière

Es ésta la quinta novela de la serie protagonizada por las hermanas Blanche i Berthe Bodin, de un total de siete títulos.

En esta ocasión Berta y Blanca deben lidiar con el mal carácter y desfachatez de su empleada doméstica, Rosa Papier. Con lo que ha costado encontrar una no van a despedirla sin más, aunque esto sea lo que les pide el cuerpo y les ordena la razón; al tiempo que su doméstica cotidianeidad se ve alterada por la incorporación a su convivencia de la joven de 16 años Dafne Feuillas, hija de un primo.

No solo deben darle techo y comida, sino que deben tutelar su rebelde adolescencia que para nada se corresponde con la que ellas vivieron, hace ya muchos años, y para la que no están preparadas, aunque muestren comprensión y tolerancia.

Y por si fuera poco, ahora hay una invitada puntual, la joven parisina de 28 años, Corinne, prometida del doctor Favier, quien ha solicitado le concedan hospitalidad durante los preparativos de la boda.

A este sobredimensionamiento de habitantes en el piso de Orleans, hay que añadir las constantes visitas de Gabriela Piqué, conocida como La Coronela, y su señorita de compañía, Angélica Roussillon.

Y una vez todo el elenco presentado se produce el crimen y el cadáver, de una de las mencionadas, es encontrado tumbado en el canapé, y las hermanas Bodin tienen ocasión, una vez más, de poner en práctica su capacidad deductiva y lucirse ante un confuso y sorprendido Jerónimo Leduc, inspector de policía recién llegado de Niza por lo que ni conoce a las hermanas ni las costumbres de la localidad, que asocia con la tristeza por la frecuencia con la que la lluvia visita Orleans.

Jean-Pierre Ferrière es un guionista, escritor y dialoguista francés que no solo escribe novela policiaca, pero que en esta demuestra toda su capacidad para construir historias y personajes con un estilo narrativo muy propio, con el que consigue inquietar sin aterrorizar, y esto se debe a la inclusión de constantes cuñas cómicas y muestras de humor negro.

Cadáveres en canapés es de 1958 y contiene una trama policial, claro homenaje académico a los argumentos que hicieron famoso al género, que, de manera irónica cuando no mordaz, aprovecha para criticar los comportamientos hipócritas de las distintas clases sociales representados por comportamientos de marioneta: mucha apariencia y nada de cerebro.

Cadáveres en canapés es suspense policial, humor negro, crítica social y personajes entrañables.

Una novela de otros tiempos del género policiaco, cuando los clichés no uniformaban y cuya revisión actual permite apreciar, con perspectiva, la dirección que el género ha tomado desde entonces, y uno no puede por menos que lamentarse de ello.

jueves, 13 de noviembre de 2025

El señor Bowling compra el periódico de Donald Henderson

El señor Bowling compra el periódico es una de esas novelas que parece que el inconsciente colectivo esté esperando a que sean publicadas, aun sin conocer si se están gestando o si su existencia es factible; y es así porqué una vez leídas generan tal cantidad de ruido que no se entiende como el mundo ha podido existir antes de su aparición.

No es ni una novela policiaca ni negra según los cánones, aspira a la marginalidad y la logra. Quiere diferenciarse del resto de publicaciones tópicas del género y lo consigue. Pretende demostrar que las reglas son para romperse y cumple.

La novela va de la soledad; de la soledad de los vivos, pero también de quien se siente muerto estando vivo. Y es que el señor Bowling, inteligente y educado, se siente tan muerto en su vida, por falta de alicientes y de satisfacciones, que busca compañeros de viaje, acompañantes y se dedica a matar para conseguirlos. Lo que sucede es que las muertes tampoco consiguen ser un acicate para seguir vivo y confía en la habilidad policial para que en cualquier momento se produzca su arresto y por fin se acabe su viaje a ninguna parte.

Es eso lo que tiene en común con la psicología del asesino en serie: en el fondo busca ser detenido.

Donald Henderson (1905-1947) tuvo corta vida tal vez por cruzarse con el señor Bowling, pero tuvo tiempo de dejarnos esta novela, adaptada con éxito al teatro y en televisión, brillante ejercicio de narración inversa. De esas que conocemos al asesino y la resolución se centra en saber si será o no detenido, cómo y porqué, aunque lo importante sea el viaje y no el destino.

El señor Bowling compra el periódico buscando la noticia de su detención, una paradoja habida cuenta que está cómodamente sentado leyéndolo, pero ahí está la esencia de la novela.

Una novela que, publicada en 1943, hay que encuadrarla en la corriente literaria del absurdo. Es abiertamente existencialista, cuestiona la sociedad y la relación del ser humano con su entorno y la contradicción interna que le supone.

Y lo presenta a través de un prisma humorístico, soportado por la incoherencia de los actos del personaje, que son puro disparate. Y para acentuar la irracionalidad de los hechos los incorpora a la irracionalidad que supone el bombardeo indiscriminado de una guerra, que, por si misma, ya es irracional.

Cuando la lean sepan que van a encontrarse un texto nada habitual en el género, pero repleto de literatura: Una lectura que incita a la reflexión: a ver si la razón de la vida solo va a ser la muerte.

viernes, 7 de noviembre de 2025

La señal de la cruz de Margot Douaihy

La cruz, que no el crucifijo, es, para Sor Holiday un sustento que le permite seguir hacia adelante, a donde sea que crea que deba ir.

En espera de convertirse en monja de facto, aún es novicia, Sor Holiday está en un presente que aún es mucho pasado. Demasiado vivido, demasiado amado, demasiado sufrido, como para borrarlo solo con unos votos.

Y de ese tiempo pretérito rescata una actitud de investigadora que la lleva a inmiscuirse en una investigación policial sobre un incendio en el que ha muerto un amigo y dos jóvenes han quedado malheridos. Y es que no cree que la policía esté haciendo todo lo que puede. Y además el incendio se ha producido en el complejo de su convento. Y además alguien podría querer incriminarla.

Este comportamiento díscolo, que se ha ido fraguando desde su infancia, no le granjea simpatías ni entre sus compañeras de orden, ni entre sus alumnos de música, ni en la brigada de bomberos que investiga las causas del incendio ni entre la policía que debe dilucidar si existe delito y si la muerte ha sido accidente, suicidio o asesinato.

Una premisa nada novedosa pero tampoco desdeñable. Lo malo viene cuando la autora, Margot Douaihy, ha querido vestir a su monja protagonista no solo con la ropa negra que ostenta la orden de Las Hermanas de la Sangre Sublime, sino que la hace deslenguada y fumadora viciada; además la autodefine como queer, aunque en la práctica sea lesbiana; la tatúa de arriba abajo, aunque no nos muestre los tatuajes, ni sepamos la razón de cada uno; la hace pertenecer a una familia en la que la madre fue monja hasta que acudió a la dispensa, su padre policía y su hermano es gay; y en esa vida seglar fue guitarrista de un grupo antisistema.

Demasiados clichés que buscan definir una personalidad que diferencie al personaje de lo que se le pueda suponer por su condición actual de sierva religiosa, pero que acaban convirtiéndola casi en una caricatura.

Nueva Orleans, donde transcurre la acción, aunque su vida anterior transcurriera en la costa este, se queda en decorado empalagoso por la humedad y no transmite la vida que se le presupone dibujado en un pentagrama.

Como muchas primeras novelas tiende a la exuberancia y busca en la reiteración de adjetivos grabar imágenes en el lector cuando lo que debería es buscar descripciones que le permitieran creárselas a sí mismo.

Una segunda novela tendría ocasión de demostrar si va por buen camino; aunque ya se sabe que los caminos del señor son inescrutables.